Nuestro hogar es un reflejo de la personalidad.
Los opuestos, que se complementan entre si, tal como Yin y Yang, en el taijitu.

En todo se sigue este patrón: luz/oscuridad, sonido/silencio, calor/frío, movimiento/quietud, vida/muerte, mente/cuerpo, masculino/femenino, etc.
El yin es el principio femenino, la tierra, la oscuridad, la pasividad y la absorción. El yang es el principio masculino, el cielo, la luz, la actividad y la penetración

El blanco como símbolo de luz, pureza o sensibilidad, en contraste con el negro, lo oscuro.
El tono blanco como representante de todos los colores y el negro como todo lo contrario: la ausencia de ellos. Usar cada color en su justa proporción en la búsqueda de la armonía entre ambos tonos.

Para ello, nada mejor que contrastar los elementos arquitectónicos: destacar las vigas y columnas en un color y los falsos techos o paredes en otro.
Colocar un sofá con cojines o almohadones negros y un conjunto de mesa con las sillas en contraste. Y sobre todo dar prioridad a la iluminación.
Destacar las zonas oscuras y no sobreexponer las más claras. Situar estratégicamente pantallas en negro para conseguir una luz cálida e indirecta.

Buscar el propio equilibrio mediante la paz visual que el uso de estos dos tonos confieren a la decoración de interiores.
Colores que no desgastan la vista ni alteran el estado de ánimo. Y sobre todo que no cansan ni agobian, algo fundamental para los que como yo, se aburren a los quince minutos de todo. Ya sean clases de francés, libros o muebles.


Fotos Blophome
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